En el claro de la luna
donde quiero ir a jugar,
duerme la reina fortuna
que tendrá que madrugar.

Mi guardiana de la suerte
sueña, cercada de flor,
que me salvas de la muerte
con fortuna en el amor.

Sueña, talismán querido,
sueña mi abeja y su edad;
sueña y, si lo he merecido,
sueña mi felicidad.

Sueña caballos cerreros,
suéñame el viento del sur;
sueña un tiempo de aguaceros
en el valle de la luz.

Sueña lo que hago y no digo,
sueña en plena libertad;
sueña que hay días en que vivo,
sueña lo que hay que callar.

Entre las luces más bellas
duerme, intranquilo, mi amor,
porque en su sueño de estrella
mi paso en tierra es dolor.

Mas, si yo pudiera serle
miel de abeja en vez de sal,
¿a qué tentarle la suerte,
qué valiera su soñar?

Suéñeme, pues, cataclismo,
sueñe golpe largo y sed,
sueñe todos los abismos
que de otra vida no sé.

Sueñe lo que hago y no digo,
sueñe en plena libertad;
sueñe que hay días en que vivo,
sueñe lo que hay que callar.

Sueñe la talla del día