En el claro de la luna donde quiero ir a jugar, duerme la reina fortuna que tendrá que madrugar. Mi guardiana de la suerte sueña, cercada de flor, que me salvas de la muerte con fortuna en el amor. Sueña, talismán querido, sueña mi abeja y su edad; sueña y, si lo he merecido, sueña mi felicidad. Sueña caballos cerreros, suéñame el viento del sur; sueña un tiempo de aguaceros en el valle de la luz. Sueña lo que hago y no digo, sueña en plena libertad; sueña que hay días en que vivo, sueña lo que hay que callar. Entre las luces más bellas duerme, intranquilo, mi amor, porque en su sueño de estrella mi paso en tierra es dolor. Mas, si yo pudiera serle miel de abeja en vez de sal, ¿a qué tentarle la suerte, qué valiera su soñar? Suéñeme, pues, cataclismo, sueñe golpe largo y sed, sueñe todos los abismos que de otra vida no sé. Sueñe lo que hago y no digo, sueñe en plena libertad; sueñe que hay días en que vivo, sueñe lo que hay que callar. Sueñe la talla del día