La séptima luna 
era aquella del Luna Park 
el crepúsculo avanzaba 
de la feria al bar 
mientras tanto el Ángel Santo blasfemaba 
la polución que respiraba 
musculoso pero frágil. 
Pobre Ángel, pobres alas. 

La sexta luna 
era el alma de un desgraciado 
que maldecía el haber nacido, 
pero sonreía. 
Cuatro noches sin haber cenado 
con las manos, con las manos, 
manchadas de carbón. 
Tocaba el pecho una señora 
y manchaba y reía 
creyéndose el patrón. 

La quinta luna 
daba tanto miedo 
era la cabeza de una dama 
que sintiendo la muerte cercana 
al billar jugaba. 
Era grande y elegante, 
no era joven, no era vieja 
tal vez enferma 
seguramente estaba enferma 
porque sangraba un poco por la oreja. 

La cuarta luna 
era una cuerda de prisioneros 
que caminando, seguía los rieles 
de un tren viejo. 
Tenía los pies ensangrentados 
y las manos, y las manos, y las manos 
sin sus guantes, 
pero no te alarmes 
el cielo está sereno 
y no hay bastantes prisioneros. 

La tercera luna 
salieron todos a buscarla 
era, era así de grande 
que más de uno pensó en el Padre Eterno. 
Se secaron las risas, 
se fundieron las luces 
y comenzó el infierno, 
la gente huyó a su casa 
porque por una noche 
regresó el invierno. 

La segunda luna 
el pánico sembró entre los gitanos 
hubo alguno que incluso 
se amputo un dedo. 
Otros fueron hacia el banco 
a hacer alguna operación 
pero qué confusión 
la mayor parte de ellos 
con sus hijos y sus perros 
corrieron a la estación. 

La ultima luna 
la vio sólo un recién nacido 
con ojos negros, profundos, redondos 
y no lloraba 
con grandes alas tomó la luna 
entre sus manos, entre sus manos. 
Salió volando por la ventana 
era el hombre del mañana. 
Salió volando por la ventana...