Cinco de la mañana hay en Tijuana, se oye un disparo desde una ventana, María mira hacia el cielo, ya está acostumbrada, es la banda sonora de cada madrugada. Una pareja viviendo en Nueva York, trabaja jornada completa, otra cuota, otro ordenador, su tiempo se resume con tiempo que no consume, la banda sonora es el sonido de su reloj. Doce de la noche en el sur de Europa, pongamos que hablo de Madrid, la palabra “crisis” bautizará la mañana, es la banda sonora de tanto repetir. Si somos hijos, hijos de un mismo dios, ¿Por qué siempre caen los mismos, por qué? Oye, dímelo. Si somos hijos, hijos de un mismo dios, ¿Por qué los ojos se nublan? ¿Por qué los ojos se acostumbran a todo este dolor? Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh. São Paulo, siete de la tarde, cacerolas en lugar de tambores, inundan la calle, Joao sigue con lo suyo, con sus labores, fuera suena la banda sonora de sus dolores. Luis, por el mundo, lleva una vida muy social, en la red, un millón de amigos, dice, no te pueden fallar. Pero en su casa hace un mes que nadie cruza su portal, la banda sonora, solitaria comunidad. Un hombre camina por las calles de Dakar, se pregunta si una enfermedad se puede orquestar. ¿Quién traerá la vacuna, moneda y cambio de una fortuna? Una banda sonora que pronto se olvidará. Si somos hijos, hijos de un mismo dios, ¿Por qué siempre caen los mismos, por qué? Oye, dímelo. Si somos hijos, hijos de un mismo dios, ¿Por qué los ojos se nublan? ¿Por qué los ojos se acostumbran a todo este dolor? Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh. Y nos piden convivir sin perder la cordura, dar la mano, con soltura, a los tipos de interés, aceptar su economía como animal de compañía, correr con ataduras sobre su mundo de papel. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh oh. Si somos... Oh, oh, oh.